Es conocido por todos, los grandes tarros de gel que se venden por todas partes, en diferentes colores, viscosidades y grados de firmeza que la población masculina atesora en los baños de sus casas. Donde metódicamente cada mañana comienza el ritual para aplicar de forma generosa tan dichoso polímero y dejarlo bien moldeado con la cabellera, para sin error alguno y sin tocar el cabello, esperar a que seque y obtener un peinado preciso, plástico, perfecto.
La diferencia entre clases no lo hace el estar engominado o no, más bien el tipo de peinado y los procesos de secado y cepillado que lleve. Digamos que mientras más ejecutivo y trendy se quiera el efecto, se debe peinar el cabello para atrás utilizando un cepillo y la mano para aplanar y dar el acabado final. Si lo que se está buscando es mostrar rebeldía, el peinado tipo goku es la mejor opción, de ahí también tenemos opciones más conservadoras como el peinado “de librito”, el peinado tipo mango chupado y de estos algunas derivaciones o mezcla de estilos. Así al llegar el medio día, la ciudades se llenan de creatividad, de cabelleras tipo Ken y moldeadas que pronto necesitaran una retocada para poder finalizar el día.
Pero porque es que esto sucede de forma tan recurrente y permeada en México. Tal vez se deba al hecho -y me adelanto a decir que seguro existen muchas excepciones- de que el cabello mexicano es rebelde. No responde de forma natural al estereotipo de los modelos latinos o caucásicos que vemos en los billboards y en todo tipo de publicidad de medios. Esto podría ser una respuesta a buscar tener cabelleras empáticas con estas figuras del marketing, donde el genotipo mexicano no tiene similitud o punto de comparación.